Sunday, August 06, 2006

Página/12 Special



Página/12:
Cuba contestó la provocación de Bush


UN VOCERO DIJO QUE FIDEL ESTA MEJORANDO Y SE MOVILIZARON RESERVISTAS

Al mensaje del presidente norteamericano exigiendo elecciones multipartidarias, el país contestó con un reportaje a Raúl Castro en Granma que asegura que “Cuba es invulnerable a una agresión militar”.


Domingo, 06 de Agosto de 2006

Cuba rechazó ayer enérgicamente que haya un vacío de poder ante la ausencia pública de Raúl Castro y multiplicó los mensajes de optimismo sobre la evolución de la salud de Fidel Castro. Fidel “sigue estable y está cumpliendo su deber, el más importante, descansar para recuperarse lo antes posible”, afirmó Ricardo Alarcón, presidente del Parlamento cubano, en una entrevista al canal oficial Cubavisión Internacional. Cuba reforzó asimismo su seguridad y se mantenía en actitud defensiva por la presión de Washington sobre el gobierno de la isla, a cinco días de que Fidel entregó temporalmente el poder a su hermano Raúl, debido a que tuvo que ser intervenido quirúrgicamente por una hemorragia intestinal.

Alarcón afirmó que el país está en calma y negó que haya un vacío de poder por la ausencia pública del presidente provisional Raúl Castro. “¿Por qué tiene que salir? El no es una vedette, es la persona que todo el mundo sabía, no es ningún descubrimiento, es al que le toca por la Constitución sustituir a Fidel en caso de ausencia temporal de él y es lo que está haciendo”, indicó.

Asimismo, criticó a Estados Unidos por sus declaraciones de los últimos días sobre la isla. “Es muy grave que un gobierno se atribuya el poder y la facultad para decir quién debe dirigir (...) es una injerencia que ya tiene ciertas características de inmadurez, de falta de seriedad”, dijo Alarcón en referencia a las declaraciones del miércoles de George W. Bush y del jueves de Condoleezza Rice, que pidieron a la comunidad internacional apoyo para promover una transición política en Cuba que conduzca rápidamente a elecciones multipartidistas. “A mí qué me importa lo que piensen ellos sobre lo que deba hacer Cuba”, subrayó el ex diplomático de 69 años, miembro del Buró Político del Partido Comunista, y principal asesor de Castro en la relación con Estados Unidos.

La salud de Fidel es quizás una de las mayores preocupaciones de gran parte de los cubanos y de la comunidad internacional. “Como si fuera una obligación estar dando un parte médico todos los días”, indicó Alarcón, justificando la falta de información sobre el estado del presidente cubano. A pesar de eso, entregó a continuación el parte del día. “Fidel se encuentra estable, recuperándose, animado y de buen humor. Por supuesto que toda operación quirúrgica es algo delicado, algo de cuidado, pero ni estaba inconsciente, ni estaba dormido, ni estaba sedado. Está conversando”, destacó Alarcón, quien agregó que Fidel Castro “tuvo un accidente de salud como consecuencia de un trabajo excesivo, porque es un presidente muy trabajador. Es tan trabajador, que a las pocas horas de sufrir una operación quirúrgica complicada, difícil, se tomó el trabajo para, de su puño y letra, redactar una proclama que asegure no sólo lo normal, que es el reemplazo provisional de sus funciones como presidente, sino de tareas concretas”.

La salud del líder cubano acaparó justamente los titulares de la prensa internacional esta semana. Una de las primeras planas más impactantes –o que intentó serlo– fue la del diario Folha de Sao Paulo, que ayer indicó que autoridades cubanas habrían informado al presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva que el líder cubano tiene cáncer, está mal y “su estado de salud es peor de lo que admiten públicamente”. Semejantes hipótesis fueron sin embargo puestas en duda por el gobierno brasileño, que afirmó que esa información no tiene la menor procedencia. “El presidente en ningún momento fue informado por autoridades cubanas o cualquier otra sobre el supuesto diagnóstico referido por el periódico”, señaló André Singer, el portavoz de Lula.

Por otra parte, el diario oficial Granma continuó ayer con la difusión de reseñas y discursos de Raúl, reforzando así la imagen del gobernante interino. La reproducción de un discurso del 14 de junio de 2006 no fue casual. Allí el ahora presidente provisional cubano advertía que “Cuba es hoy prácticamente invulnerable a una agresión militar”, en aparente desafío a cualquier intento de Estados Unidos de intervenir en la isla. “El terrible avispero en que se convertiría cada rincón de nuestro país causaría al enemigo un número de bajas muy superior al que la opinión pública norteamericana estaría dispuesta a admitir”, advertía el ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) en ese discurso, pronunciado en el acto por el aniversario 45º de la fundación del Ejército Occidental, efectuado en San José de Las Lajas, La Habana.

“No bajaremos la guardia ni un minuto. No descansaremos un minuto en el trabajo de organizar la defensa”, había afirmado Fidel Castro el 20 de enero de 1961, ante miles de milicianos de La Habana que regresaban de enfrentar, junto a los del centro y el oriente del país, a las bandas fomentadas por Estados Unidos en las montañas de la región central, en la entonces provincia de Las Villas. “45 años después hemos sido consecuentes con esa afirmación”, dijo Raúl Castro, lo cual quedó demostrado en la movilización defensiva que se vive en estos días en la isla.

Ante una eventual agresión de Estados Unidos, las autoridades cubanas mantienen sus medios defensivos activados con sus Comités de Defensa de la Revolución (CDR) y de rechazo al plan de “transición” de Estados Unidos, palabra que según Granma “no figura en el vocabulario del país”. Las organizaciones de masa mantienen el llamado a la población a reforzar la vigilancia durante las 24 horas, sobre todo en las costas, y miles de reservistas han sido movilizados en todo el país. “Los cubanos estamos conscientes de que sin el esfuerzo sostenido de nuestro pueblo para consolidar la capacidad defensiva del país, hace mucho tiempo que habríamos dejado de existir como nación independiente”, indicaba Raúl en su discurso del 14 de junio.

“La Constitución de la República de Cuba establece que la defensa de la patria socialista es el más grande honor y el deber supremo de cada cubano”, afirma la página web oficial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Según las FAR, en caso de agresión, Cuba activaría la llamada “Guerra de todo el pueblo”, una concepción estratégica para la defensa nacional en la que, en caso de una agresión militar en gran escala, cada ciudadano tendrá un medio, un lugar y una forma de enfrentar al enemigo hasta lograr la victoria.

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Condena geopolítica

Por Santiago O'donnell
Domingo, 06 de Agosto de 2006

Apuntes varios a cinco días del traspaso del poder en Cuba:

Primero, no hay información pública, ni independiente ni oficial, ni adentro ni afuera de la isla que permita conocer el verdadero estado de salud de Fidel Castro. Pero ni siquiera la medicina cubana puede mantener vivo a un hombre para siempre. Esta es la transición, por mucho que la palabra pueda molestar en este momento tan sensible. Como hemos visto hasta ahora, y de no mediar ningún cambio inesperado, Castro algún día será reemplazado por un cuerpo colegiado del Partido Comunista Cubano de seis hombres elegidos por él, todos líderes respetados, ninguna sorpresa ahí, y representativos de los distintos sectores de la sociedad, es decir las distintas generaciones de la revolución. Raúl Castro, el otro líder histórico, impondrá el peso de su apellido y sus 40 años al mando del ejército más disciplinado que se conozca, al menos de este lado del río Grande, para garantizar el proceso. Si todo sale bien, de esa transición saldrá el nuevo líder. Más allá de si se trata de un ensayo porque Fidel volverá pronto a ocupar el mando, como sugiere el Washington Post, o si se trata de la transición verdadera porque Fidel no volverá o volverá disminuido, lo cierto es que es éste el modelo elegido y habrá que estar muy atentos a lo que pase en los próximos días.

Segundo, Estados Unidos va a invadir Cuba con todos los elementos no violentos que tenga a su alcance. Descartada de plano la opción bélica por el vocero Tony Show –y es entendible, ya que Irak es un Vietnam y costó salir de Afganistán y el Líbano está a la vuelta de la esquina–, quedan la invasión mediática, la invasión diplomática, la invasión cultural, la invasión política y la invasión financiera. Empezó con los discursos irónicos y agresivos de Bush y Rice, con frases deliberadamente irritantes para el gobierno cubano, como cuando Bush dijo que “tomaremos nota de aquellos que dentro del gobierno obstruyan el camino hacia la democracia”. Seguirá con el incesante bombardeo de Radio Martí y crecerá en la medida en que se mantengan el silencio y el cerrojo informativo en la isla, ante la cada vez mayor expectativa mundial. La relación entre Cuba y Estados Unidos tardará en mejorar porque la isla sufre una condena geopolítica por ser vecina del estado de Florida. Casualmente, por el sistema de colegio electoral que utiliza Estados Unidos, los votos en Florida son imprescindibles, al punto de decidir las dos últimas elecciones presidenciales. Y en Florida es imposible ganar una elección sin el apoyo del millón y medio de cubano-americanos que vive allí. Por eso los cubanos de Florida representan uno de los grupos de lobby político más importantes del país norteamericano. Allí, las próximas elecciones nacionales, en este caso legislativas, se realizarán en noviembre. Durante la campaña, Bush no dudará en utilizar la enfermedad de Castro para adjudicarse un rol estelar en la supuesta transición democrática en Cuba. La mitad de Estados Unidos creerá que es otra buena razón para votarlo.

Tercero, Hugo Chávez llenará una parte del vacío mediático, México se mantendrá al margen de los sucesos y Europa también se abstendrá de intervenir. No parece casual que la primera noticia sobre la salud de Castro después de su operación haya salido de un portavoz del gobierno venezolano. El hiperactivo presidente venezolano se pasea por las capitales de los ejes del mal, irritando a Estados Unidos como el Castro de sus mejores épocas, antes que su salud limitara su movilidad. También es responsable por el acento que Castro puso en la agenda energética de su país en los últimos años y por el desahogo que trajo a Cuba la aparición de Venezuela, como reemplazante de la vieja Unión Soviética, en el rol de abastecedor de combustible subsidiado. Por todo eso Chávez ya se ganó una advertencia de los Estados Unidos, para que no interfiera con la transición Cubana. Nadie más se hizo merecedor de semejante deferencia. México, por ejemplo, apenas se da por enterado de los cambios en la isla. País que durante muchos años fue el puente de Cuba para romper el bloqueo norteamericano, en los últimos años las relaciones se enfriaron y Castro prefirió otros interlocutores. México vive en estos días su crisis de gobernabilidad más importante desde la insurgencia de Pancho Villa. Tras el empate de las últimas elecciones que desnudó la fragilidad de sus instituciones, tiene campamentos de manifestantes instalados en las calles del Distrito Federal y la capital del estado de Oaxaca. La tensión política crece día a día. “Parece increíble, pero México está tan metido en su propio laberinto que no ve lo que sucede en su cuarta frontera”, dijo una analista internacional de ese país. “Si algo sucede en Cuba y se produce una ola migratoria, México será el país más afectado”, apuntó. La Unión Europea mantiene una larga relación con la isla y un programa de ayuda humanitaria, pero en los últimos años las relaciones se enfriaron a partir de las sanciones diplomáticas que los europeos le aplicaron al régimen cubano. Además, en el contexto de la alianza occidental, Europa le reconoce a Estados Unidos la hegemonía en la región y por lo tanto ha evitado pronunciarse como bloque sobre la situación en cuba después del traspaso, cosa que La Habana agradece.

Cuarto, nunca es fácil la transición entre el líder carismático revolucionario y su sucesor, mucho menos después de un mandato de 40 años. El resultado es impredecible. Stalin, el sucesor de Lenin, cerró el sistema y apeló al comunismo más ortodoxo; Deng, el sucesor de Mao, abrió la economía sin perder la cohesión partidaria. En los tiempos que corren el modelo de Deng parece más exitoso, pero no será fácil trasladarlo a una isla limitada por un monocultivo de poco valor, algo de turismo y las demandas de una población educada y saludable que puede mirar más allá de sus necesidades básicas. Por ahora la isla se mantiene en estado de alerta, con milicias movilizadas. Sigue el bloqueo de Estados Unidos y las restricciones para entrar y salir de territorio cubano. Pero sin Fidel en el medio se acaban las excusas.

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Un discurso que no queda en plaza

Por Mario Wainfeld
Domingo, 06 de Agosto de 2006

¿Quién hablará como Fidel Castro, si él no vuelve a hablar en público? La pregunta parece baladí, cotejada con otros interrogantes más vastos, vinculados con el escenario ulterior a un liderazgo que se remonta muy atrás en el tiempo. Sin embargo, no es banal recordar su oratoria, que forma parte de su aporte histórico. Una lectura berreta, mediática, muy difundida, es la de hacerse cruces por la duración de los discursos de Fidel, sin adentrarse especialmente en qué viene diciendo desde casi medio siglo atrás. La fruición por los formatos, el regodeo por el envoltorio, el desinterés por los contenidos describen la frivolidad, el inmediatismo, la despolitización de algunos intérpretes pero nada dicen sobre la pertinencia de un discurso que escasea en plaza.

La oratoria de Castro, como la de otros líderes de su tiempo que fueron refundadores de sus respectivas naciones, es un saber que se va perdiendo. No está claro que sea para bien. Como De Gaulle, como Mao, como Perón, como Franklin Roosevelt (por no citar más que un haz de ejemplos misceláneos), Castro es un orador de masas, un dirigente dedicado a dotar de sentido y de razón a la política. Empezar cualquier discurso con la evocación de José Martí, seguir con el colonialismo norteamericano de principios del siglo XX, enlazarlo con la gesta del “Granma” y llegar a la acción de coyuntura que se trate es un ejercicio de racionalidad, un modo de procurar inteligibilidad. La palabra del referente político enhebra los hechos, los jerarquiza, los hace transmisibles. La historia adquiere una lógica, un sentido. No es el puro relato de un loco, lleno de sonido y furia. Si la historia es comprensible, es modificable. Si no lo es, la resignación gana terreno.

La palabra “ideología” goza de mala y perezosa prensa en las últimas décadas, siendo del caso sugerir que unos cuantos de sus detractores no han asomado siquiera su nariz a un diccionario para averiguar de qué hablan. Traduciéndolos un poco rápido, para ellos ideología es sinónimo de mitología. Según una tradición más densa de las ciencias sociales, ideología es una visión del mundo, una lectura integral que explica la realidad, propone cómo cambiarla o conservarla y jerarquiza valores, intereses y creencias. A diferencia del mensaje publicitario, que prima actualmente en los medios audiovisuales (no sólo, ni especialmente, durante las tandas) el mensaje ideológico apela a la razón del oyente, interpela su discernimiento, puede ser reproducido porque ordena la realidad. Un discurso historicista puede hasta sustentar el de sus contradictores, que pueden refutarlo desbaratando sus premisas, sus datos o sus argumentos. Los slogans, las chicanas cotidianas que nos propina usualmente el debate político del siglo XXI están en otra longitud de onda: es casi imposible rebatirlos porque su finalidad no es la construcción de sentido, sino su propagación en forma de título. Llamar sofismas a esos mensajes es una tentación, pero incurrir en ella es rebajar demasiado a los sofistas.

¿Hace falta explicar a esta altura que rescatar la voluntad de relato propia de ciertos mensajes políticos no significa validar su contenido? La sola mención de figuras bien distintas que contemporáneamente propusieron visiones diferentes, contradictorias, hasta antagónicas de la realidad, deja en claro que la estructura racional del discurso no equivale a su veracidad, si tal cosa existiera.

La salud y el secreto

El discurso del líder incluye, reclama, un auditorio de masas. El estado de su salud incursiona presto en la opacidad. Con el brutal simplismo en que suelen incurrir las autocracias, el gobierno cubano (diz que Fidel mismo) reconoció que dar buenas noticias sería mentir y propalar las verdaderas sería revelar un secreto de Estado, lo que podría beneficiar al enemigo.

La condición humana de los líderes no es materia abierta al conocimiento de los pueblos, una tendencia que emparenta a regímenes de muy variado calibre. Un ejemplo histórico relativamente reciente puede ilustrar esta lectura escéptica. Ocurrió en Francia, un país al que cabe atribuirle un ethos republicano superior al de Cuba. Cuando François Mitterrand llegó a ser presidente de la república se comprometió a dar a conocer un parte periódico acerca de su salud. A los seis meses supo que padecía un cáncer de diagnóstico terminal en un lapso máximo de tres años. Su reacción fue saltar por sobre su propia legislación, ocultar su enfermedad a los franceses y al mundo. Lo hizo con llamativo éxito, que se prolongó durante catorce años, ya que superó los pronósticos más optimistas sobre su posible supervivencia y accedió a dos mandatos sucesivos, dos septenios. Mitterrand produjo ese fenomenal ejercicio de ocultación en una sociedad abierta, con una prensa inquieta y “cohabitando” con la derecha durante varios años de su mandato. También consiguió distraer a otros gobiernos del mundo, de los que fue activo interlocutor.

El episodio fue revelado años después por quien fuera su médico de cabecera, Claude Gluber, quien, desencantado por el mal trato que le dispensó el presidente, publicó un libro junto al periodista Michel Gonod (Le grand secret) reseñando el engaño, las anécdotas que lo sostuvieron, incluyendo operaciones semiclandestinas a uno de los protagonistas más visibles y mirados del mundo. Un detalle significativo: la publicación del libro fue interdicta durante años por la Justicia francesa. Fue necesario recurrir ante la Corte Europea de Derechos humanos para conseguir levantar la prohibición, tras litigar durante nueve años. El libro se difundió recién en 2005 y es todo un ejemplito sobre cómo se custodia la razón de Estado en democracias instaladas.

El poder es también enigma, el cuerpo de los protagonistas es parte de su mensaje. La transición a la muerte de Juan Pablo II fue parte de su testamento político. El modo en que se trata la convalecencia de Castro no puede ser una excepción.

El arte de transmitir

El secreto es una pulsión constante en la política, la transmisión de un discurso accesible a las masas fue uno de sus episodios estimulantes. La retórica ideológica, que postula una comprensión del mundo, que dota de sentido al pasado, que insta a la acción en el presente, que interpela a los pueblos explicándole cuál es su identidad y que les propone un proyecto es una instancia memorable de la eterna búsqueda de la libertad y la igualdad. Le cupo a Fidel Castro ser uno de los hombres que plegó su imagen a la de sus países. También le tocó quedar como último sobreviviente entre ellos.

Por eso, sin más atribución que su parecer, sin inmiscuirse en aventurar cuál será el futuro de Cuba o en predicar cuál debe ser, este cronista se permite expresar un deseo personal: ojalá que Fidel pueda volver a decir. A plantarse frente a un micrófono, a elegir como interlocutoras a las masas, para emitir (ante una audiencia que cabe imaginar globalizada) su controversial visión del mundo, comenzando con José Martí, recorriendo dos siglos de historia y terminando en la agenda del día.

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La transición que comenzó Fidel

Mientras EE.UU. ya nombró hasta su futuro virrey, la transición comenzó con cambios de política económica y con el lanzamiento, por el mismo líder cubano, de la Batalla de las Ideas para energizar su revolución. Los miedos en Cuba y el inmenso rol de los norteamericanos en la ecuación.

Domingo, 06 de Agosto de 2006

Fidel Castro cumple los 80 el domingo que viene, con lo que el tema de la transición en Cuba precede por mucho su internación actual. En junio de 2001, el líder cubano se desmayó durante un discurso al aire libre en un día de mucho calor. En 2004 sufrió un percance aun más grave: terminó otro discurso y, al bajar del estrado, tropezó y se cayó. El resultado fue la rótula de la pierna izquierda destrozada y una fractura en el brazo derecho. Pese a tener ya 78 años, Castro sanó y no mostraba secuelas visibles en su reciente visita a Argentina.

Pero pese a su proverbial energía, el líder no puede ocultar su edad. En sus maratónicos discursos puede ahora perder el hilo de lo que está diciendo y se lo ha visto dormirse en público. Su forma de caminar cambió y se lo ve más inestable, cuando no se toma una mano con la otra para disimular un temblor. El año pasado, la CIA informó al Congreso de EE.UU. que Castro sufre de mal de Parkinson, lo que motivó las burlas del cubano, que les recordó la larga gestión de Juan Pablo II.

Este año, “un amigo de Castro y veterano miembro del partido” le dijo a Jon Lee Anderson, de la revista New Yorker, que el líder cubano “está angustiado por hacerse viejo y obsesionado por la idea de que el socialismo cubano podría no sobrevivirlo”. Es por eso, explica Anderson, que Castro se lanzó a su última pelea, la Batalla de las Ideas. Su objetivo es renovar el compromiso de los cubanos con los ideales de la revolución, sobre todo el de los jóvenes que alcanzaron la mayoría de edad durante el Período Especial. Fue a principios de los noventa, cuando la disolución de la Unión Soviética dejó a Cuba sin socio estratégico, sin petróleo subsidiado y sin compras garantizadas de productos básicos. La economía de la isla entró en una crisis aguda y el gobierno adoptó una política de tolerancia hacia los negocios privados que recordaba la NEP de Lenin, en plena guerra civil rusa.

En el nuevo siglo, Fidel Castro parece dispuesto a revertirla y a estrechar el espacio abierto también en la vida civil. En noviembre, un discurso del líder explicó que Estados Unidos no puede destruir la revolución”, pero que “este país puede autodestruirse, esta revolución puede acabar consigo misma. Podemos destruirla, y sería culpa nuestra”. En mayo, en el megaprograma de televisión de siete horas que organizó para protestar porque la revista Forbes lo incluyó en la lista de políticos más ricos del mundo –con 900 millones de dólares de fortuna privada– Castro dijo que “debemos seguir pulverizando las mentiras que se dicen en nuestra contra... Esta es la batalla ideológica, todo es la Batalla de las Ideas”.

Para esta guerra, Fidel organizó un Mando Central con cuadros de confianza de la Unión de Juventudes Comunistas, que enseguida –los cubanos aman las ironías– fueron bautizados como “los talibanes”. El Mando coordina y crea “acciones” y manda “batallones” a todos los rincones del país. Este verano, por ejemplo, los cuadros de la UJC lograron en cosa de semanas que todas las lamparitas de Cuba fueran cambiadas por otras de bajo consumo para ahorrar energía. Otro elemento a tener en cuenta es la reactivación de los Comités de Defensa de la Revolución dirigidos por Juan José Rabilero, que pasaron del bajo perfil a la “vigilancia popular” para evitar manifestaciones de disidencia o salidas del país. Esta semana, los Comités anunciaron que se suspendía hasta nuevo aviso el Carnaval cubano, para no dar chance a “acciones contrarrevolucionarias”.

En privado, cuenta el periodista Anderson, “muchos cubanos consideran la Batalla de las Ideas como un espectáculo que tienen que tolerar pero que no afecta nada sus vidas. Pocos ganan suficiente para comer bien ni mucho menos vivir con desahogo. Como consecuencia de las carencias endémicas de la isla, casi todo el mundo tiene algún contacto con el mercado negro.” Anderson señala que hay una tensión cada vez mayor entre la vida pública cubana, con sus concentraciones y marchas, y la vida privada de “resolver” cómo ganar algo más. Dentro y fuera de la isla, uno de los temores es que la muerte de Fidel Castro genere un estallido violento, con saqueos y represión.

El punto central es que sólo Fidel parece tener la autoridad y el carisma para sostener la situación, y el ejemplo más citado es el “maleconazo” de 1994. Fue en plena crisis económica, un día de calor cuando la policía tuvo un fuerte encontronazo con un amplio grupo de cubanos que se preparaban para navegar hacia Miami. Cientos de personas atacaron a la policía a pedradas y el disturbio se generalizó en la costanera, pleno centro de La Habana. Entonces apareció Fidel, en persona, y el combate se frenó en seco. La gente soltó las piedras y aplaudió al líder, y al rato comenzó a dispersarse. Cuando Fidel se fue, aparecieron decenas de camiones de la policía antidisturbios, obreros seleccionados por su lealtad, que reprimieron duramente a los que quedaban.

En Cuba hay conciencia de que sólo Fidel Castro puede lograr frenar un disturbio así con su sola presencia.

El tema del futuro era hasta hace muy poco un tabú, y fue el mismo Fidel el que lo quebró hablando cada vez más del tema y dejando en claro que hay un equipo de gobierno listo a tomar las riendas. Luego de la internación del líder, su hermano Raúl asumió el mando, con un comité de seis miembros del Comité Central del Partido Comunista Cubano. En el grupo están Carlos Lage, que creó la apertura económica de los años noventa, y el presidente del Banco Central de Cuba Francisco Soberón, que se encargó de la vuelta a la ortodoxia. También el ministro de Relaciones Exteriores Felipe Pérez Roque, y los vieja guardia José Ramón Machado Ventura, José Ramón Balaguer y Esteban Lazo.

Raúl Castro no genera muchas ilusiones de apertura o ablandamiento del sistema. Pese a ser una persona afable y con fama de calidez, fue protagonista de algunos momentos de extrema dureza en la historia de la revolución. En 1959 estuvo al mando de las tropas revolucionarias que tomaron Santiago, la segunda ciudad de Cuba, donde ordenó la ejecución sumaria de setenta oficiales y soldados rendidos. Ametrallados, los prisioneros fueron arrojados a una fosa común. Raúl, que moldeó al Ejército Rebelde en una disciplina reconocida como de hierro, fue quien organizó en 1996 una purga de intelectuales del PCC a los que acusó de desviaciones capitalistas por su apoyo a la política de apertura económica.

A partir de 2005, el gobierno comenzó una política muy clara de revertir los cambios del Período Especial. Por un lado, hubo una serie creciente de dificultades para que los cubanos pudieran ejercer actividades propias, fuera del circuito de empleo oficial, y se aumentaron mucho los impuestos. Por otro lado, se hizo un sutil pero decisivo cambio en el esquema de turismo extranjero en la isla. La industria turística resultó providencial para Cuba, una fuente de divisas que reemplazó a buena parte de las exportaciones perdidas al desaparecido bloque soviético. Pero por otro, generó comparaciones incómodas para el cubano medio al ver cientos de personas con el nivel de vida y consumo de Europa, además de multiplicar “negocios” como el de las jineteras. Todo el mundo en Cuba sabe perfectamente del disgusto personal de Fidel hacia la prostitución y lo que percibe como efecto corruptor del turismo. Y nadie duda de que su hermano Raúl comparte esos sentimientos.

Por eso no sorprendió que se creara un impuesto especial y muy alto para todas las transacciones en dólares en la isla. Esto afectó a los cubanos que logran ganar dólares, que son los que entran en contacto con los turistas. Y a la vez aumentó la tendencia a que la llegada de extranjeros se concentre en hoteles autónomos o en enclaves turísticos donde tienen poco diálogo con los locales. A principios de este año, en un discurso Fidel dijo que “sé que a nuestros vecinos del norte les duele, pero es muy posible que de aquí a unos años no queden paladares en Cuba”. Un paladar es el sobrenombre popular para los restaurantes privados que florecieron en casas particulares de todo el país y especialmente de La Habana, con tarifas en dólares para turistas.

Los Estados Unidos, después de casi medio siglo de intentar librarse de Castro inútilmente, también preparan sus planes para la transición. El senador Mel Martínez, que nació en Cuba y se crió en Miami, de padres exiliados, fue nombrado a fines de 2003 copresidente de la Comisión para la Ayuda a una Cuba Libre, junto al entonces secretario de Estado Colin Powell. La comisión buscaba “acelerar el fin de la tiranía de Castro” y desarrollar “una estrategia de conjunto para preparar una transición pacífica a la democracia en Cuba”. La estrategia fue fijada en un informe de 500 páginas publicado en mayo de 2004, un verdadero plano para evitar que Cuba caiga en la anarquía y para crear una economía de mercado y un gobierno electo. Martínez le explicó a Anderson, de The New Yorker, que tuvieron muy en cuenta los errores cometidos en Irak. “Por ejemplo, que debería seguir existiendo una estructura de gobierno. En Cuba, como ocurrió en Irak, hay quienes tienen las manos llenas de sangre, pero no todos. Y hay cuestiones como la red eléctrica, la vivienda y la nutrición. Lo que aprendimos en Irak es que esas cosas se interrumpen en un momento extraordinario”.

El gobierno Bush adoptó el informe como política de Estado y nombró como responsable de la transición a Caleb McCarry, que siendo diputado participaba del Subcomité para las Américas del Comité de Relaciones Exteriores del Congreso. Si Castro muere y Cuba se desestabiliza, McCarry puede terminar siendo el Paul Bremer del Caribe.

McCarry explica que no habría una presencia directa y militar norteamericana, como en Bagdad, pero que EE.UU. “estará participando de una forma muy directa” en la transición y que ya está enviando fondos a los disidentes. Esto levantó fuertes críticas, justamente de los disidentes, que saben que recibir dinero de Washington sólo sirve para justificar acciones penales del gobierno.

Con virrey nombrado y todo, la reacción en La Habana fue de la dureza esperable. El canciller Felipe Pérez Roque dijo simplemente que los norteamericanos llaman transición “a quitarles las tierras, las casas y las escuelas a los cubanos para devolverlas a sus viejos dueños de la época de Batista, que volverán de Estados Unidos”. El funcionario sabía bien a qué le apuntaba: los cubanos detestan la idea de tener que entregar las casas en que viven y eran propiedad de exiliados. El senador Mel Martínez, cuyo caserón familiar es hoy un centro juvenil, admite que sería impracticable e impolítico dar ese paso y habla de “compensaciones” a los exiliados pero sin desalojos masivos: “Lo último que deseamos hacer es dar más inseguridad a gente que ya ha sufrido”, le explicó a Anderson.

En un discurso pronunciado en marzo, el presidente de la legislatura cubana Ricardo Alarcón dijo que el plan de George Bush es “anexionista y genocida”. Hablando en privado con el periodista Anderson, agregó que los planes norteamericanos son “profundamente irresponsables, creados por personas que prefieren ignorar la realidad y que tratan de cambiarla a su capricho. Tal vez es una cosa mesiánica. Para nosotros, nuestra relación con Estados Unidos es el gran tema, el gran problema. No existe ninguna otra cuestión que tenga tanta fuerza, que tenga una importancia tan permanente y universal para nosotros, que la normalización de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba”.

Pero el gobierno Bush cortó todo contacto. Sólo se habla a nivel de funcionarios de tercer nivel y apenas sobre temas de inmigrantes. “No se hace nada –explicó Alarcón–. Nada de nada”.

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La transición ya se produjo, ¡estúpido!

Por Atilio a. Boron
Domingo, 06 de Agosto de 2006

El problema de salud de Fidel tuvo el efecto de soltar la lengua del ocupante de la Casa Blanca y la Señorita Rice, quienes dando rienda suelta a su afiebrada imaginación comenzaron a hablar de la “transición” en Cuba. No sólo eso: instaron a los cubanos a levantarse contra las legítimas autoridades del país –en un acto que la OEA y las Naciones Unidas deberían condenar sin más trámite porque constituye un llamado a la sedición hecho por una potencia extranjera– y prometiendo toda clase de ayuda a los insurrectos para la “reconstrucción” de Cuba.

Tamaños disparates éticos y políticos de Washington no sorprenden. Sabemos de la bajísima calidad de la dirigencia imperial y de sus groseros desaciertos en la evaluación de las situaciones más diversas. Con George W. esta involución llegó a su paroxismo, superando lo que en materia de rusticidad intelectual parecía el inalcanzable record de Ronald Reagan, quien se ufanaba de jamás haber leído un libro en toda su vida. Seguramente que cuando el presidente norteamericano y su secretaria hablan de “transición” estarán pensando en las delicias del “cambio de régimen” que con tanto éxito impusieron en Afganistán e Irak, que gracias a que sus afanes fueron bendecidos por una ola de prosperidad y bienestar son la envidia de todo el mundo.

Cuando en la campaña electoral de 1992 Bush padre se iba por las ramas, Clinton le dijo: “¡Es la economía, estúpido!” Algo parecido habría que decirle ahora al hijo, doblemente merecedor de tal calificación. En Cuba la transición ya se produjo, y tuvo lugar el 1º de enero de 1959. Una doble transición: de la dictadura a la democracia, y del capitalismo al socialismo. Contrariamente a lo que piensan la clase dominante del imperio y sus epígonos en la periferia, la democracia poco o nada tiene que ver con el multipartidismo que la Señorita Rice pretende exportar a Cuba. Su propio país es una muestra perfecta de que un sistema bi o multipartidario puede ser la fachada ideal tras la cual se oculta una feroz plutocracia, es decir, un gobierno de los ricos, por los ricos y para los ricos. Como teórico de la democracia prefiero a Jean-Jacques Rousseau antes que a Bush y Rice, sobre todo cuando aquél la definía como un régimen social en donde no había nadie que fuera tan pobre como para tener que venderse ni otro tan rico como para poder comprarlo. Bajo este riguroso parámetro las supuestas democracias latinoamericanas –esas que con arrogancia le piden a Cuba que inicie una transición política– aparecen como lo que son: modestísimos regímenes post-dictatoriales (post Videla, post Pinochet, post Stroessner, etc.) que poco, muy poco, tienen de democráticos.

Transición también al socialismo: transición compleja, dificultada y entorpecida por medio siglo de bloqueo –el más prolongado jamás conocido por la historia de la humanidad– y empecinadamente sostenido por la mayor superpotencia del globo pese a las condenas y pedidos de la ONU, del Papa, de casi todos los gobiernos del mundo (con la lamentable excepción de Israel, el peón regional del imperio) y los reclamos de la opinión pública mundial. Pese a los atentados contra la vida de Fidel, al terrorismo organizado y financiado por el gobierno norteamericano, a los sabotajes y al criminal bloqueo económico, Cuba garantiza a sus ciudadanos niveles de atención médica, educación, salud y seguridad social incomparablemente superiores a los de los gobiernos “democráticos” de América latina y tan buenos o mejores que los de los países más desarrollados. No hace faltamucho esfuerzo para imaginar lo que podría haber logrado Cuba de no ser por la permanente hostilidad y agresión del imperio.

Fidel es la personificación de este logro extraordinario. Es el Espartaco triunfante que derrotó a la Roma americana; el Quijote indoblegable que sintetiza la clarividencia de Martí, el heroísmo del Che y la férrea voluntad de Ignacio de Loyola. La demostración práctica de que otro mundo es posible, incluso para un pequeño país situado a unas pocas millas del imperio y a pesar del bloqueo. Es un ejemplo que demuestra que el socialismo no es una utopía sino, como lo recordaba Mariátegui, creación heroica de nuestros pueblos. Por eso la ejemplaridad de la Revolución Cubana es insoportable e imperdonable para el imperialismo y sus aliados.

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Desde Estados Unidos, de todo menos indiferencia

La situación en Cuba es tema de debate en EE.UU.: mientras el gobierno provoca y Miami delira, los diarios bajan el perfil y los expertos opinan.

Domingo, 06 de Agosto de 2006

La noticia de la enfermedad de Fidel Castro tuvo diversas repercusiones en Estados Unidos. Además de los festejos de los cubanos residentes en Miami del lunes por la noche, la situación en Cuba renovó con interés todo tipo de fantasías poscastristas, incluyendo una oscura leyenda que involucra a la Virgen de la Caridad del Cobre y su predicción a un cura hace 150 años de que un día los cubanos serían esclavizados por un joven líder de barba, que moriría en la cuarta década de su reinado. “Hasta ahora, todo lo que fue predicho ocurrió”, dijo una trabajadora en la capilla La Ermita en Coconut Grove, Miami, citada por el Miami Herald. “Mucha gente está hablando de ella, y está circulando por Internet.”

Lo cierto es que más allá del interés de Miami por Cuba, los diarios norteamericanos más importantes bajaron el perfil informativo de la situación en la isla, y concentraron su cobertura internacional en Medio Oriente. Esto contrastó con las fuertes declaraciones emitidas por el gobierno estadounidense, tanto por el presidente George W. Bush como por la secretaria de Estado Condoleezza Rice, que llamaron a una transición hacia una democracia multipartidaria en el país dirigido provisoriamente por Raúl Castro, hermano menor de Fidel.

Para abrir el debate, el Washington Post preguntó a sus analistas quién dominará Cuba una vez que Fidel no esté: si Estados Unidos o el presidente venezolano Hugo Chávez. “Cuba continuará volviendo loco a Estados Unidos”, indicó Moisés Naim, editor en jefe de la revista Foreign Policy, en respuesta a la pregunta. “Mientras las leyes de Estados Unidos prohíban casi cualquier interacción con Cuba, Estados Unidos no tendrá influencia allí”. En lugar de una masiva ola de inversiones extranjeras a la isla, lo que obtendrá Estados Unidos es un masivo ingreso de refugiados huyendo del caos cubano. A esto se debe el pedido a la población cubana del senador de Florida nacido en la isla, Mel Martínez, de permanecer en la isla luego de la muerte de Castro, escribió Naim. Según el editor del Foreign Policy, las fricciones entre los cubanos en la isla y los cubanos en Miami convertirán a la política en algo desagradable e inestable. “Y ya que el sector público cubano está inextricablemente unido al Partido Comunista, la caída del partido paralizará el gobierno.”

Absurdamente, dice Naim, el Banco Mundial y otras organizaciones financieras tienen prohibido gastar incluso un dólar para prepararse para el caos que se viene. Dentro de esta situación entrará el presidente Hugo Chávez, que con sus petrodólares extenderá una mano de amistad a Raúl Castro. Por el contrario, “las manos de Bush estarán ocupadas con Medio Oriente. Hugo Chávez aprovechará complaciente esta situación, influenciando a Cuba y volviendo loco a Estados Unidos”.

Por su parte, Marsha Lipman, editora del diario Pro et Contra, de Moscú, indicó que Estados Unidos no se puede dar el lujo de perder a Cuba a manos de Venezuela, pero que la perspectiva de una victoria norteamericana en ese frente parece poco probable. “La competencia por Cuba será dura”, indicó la analista, aunque agregó que “es posible que ambos actores se mantengan al margen por un tiempo mientras Cuba permanece bajo algún tipo de autoritarismo poscastrista de su propia creación”.

Informe: Virginia Scardamaglia.

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Hubo acuerdo pero la guerra continúa

ESTADOS UNIDOS Y FRANCIA ACORDARON UN PLAN DE PAZ; EL LIBANO SE OPONE

Ayer se anunció un acuerdo que fue bien recibido por Israel y las superpotencias, pero hubo más combates en la frontera, bombas cerca de Beirut y cohetes en el norte israelí. Los muertos ya son más de 600.


Domingo, 06 de Agosto de 2006

La diplomacia avanza y podría alcanzar hoy una resolución que ponga fin al conflicto en Medio Oriente. El Consejo de Seguridad de la ONU culminó ayer las consultas sobre un proyecto de resolución acordado por Estados Unidos y Francia para poner fin a los combates en Líbano, que fue recibido con optimismo por diversos países pero rechazado por el gobierno libanés. El acuerdo terminó con las discrepancias que Washington y París tuvieron en los últimos días, durante los cuales otras naciones, en particular del mundo islámico, esperaban que el Consejo de Seguridad llamara a un cese del conflicto, que ha dejado más de 600 muertos en Líbano e Israel desde el 12 de julio. En tanto, los enfrentamientos y ataques aéreos continuaron en el país árabe.

El proyecto de resolución, que fue presentado por Francia y Estados Unidos a los otros 13 miembros del Consejo de Seguridad, llama a un “total cese de las hostilidades basado, en particular, en el inmediato cese por parte de Hezbolá de todos los ataques y el inmediato cese por parte de Israel de todas sus operaciones militares ofensivas”. El proyecto resalta el “respeto estricto de todas las partes de la soberanía e integridad territorial de Israel y Líbano (...), la delimitación de las fronteras libanesas, en particular los sectores donde es disputada o incierta” y “el despliegue de una fuerza internacional en Líbano”. La fuerza internacional será utilizada en el caso de que Israel y Líbano “hubieran aceptado los principios y los elementos de una solución duradera”, indica el proyecto. El texto, que fue calificado como “muy importante” por Israel y recibido “con alegría” por el presidente estadounidense George W. Bush, también “reitera el fuerte respaldo para un completo respeto de la Línea Azul”, que marca la frontera entre Líbano e Israel.

En el Consejo, el proyecto recibió el visto bueno de China y Rusia, pero fue rápidamente rechazado por Beirut, que lo consideró inadecuado. “El gobierno libanés se opone al proyecto francoestadounidense y ha enviado al representante de Líbano en la ONU, el ministro interino de Relaciones Exteriores, Tarek Mitri, un texto modificado incluyendo las reivindicaciones libanesas”, dijo una fuente del gobierno libanés. La Casa Blanca indicó que recibirá con gusto las impresiones de los miembros del Consejo de Seguridad y otras partes interesadas sobre el proyecto de resolución, que debe ser sometido a votación en los primeros días de la próxima semana. “Sólo a los miembros del Consejo se les está dando la oportunidad de revisar el texto”, indicó el portavoz Tony Snow, relativizando el rechazo del gobierno libanés al proyecto.

El embajador estadounidense en la ONU, John Bolton, dijo que sus colegas del Consejo quedaron en general complacidos con el proyecto de resolución. “Estoy alentado por las primeras reacciones. Mi impresión es que el proyecto ha sido bien recibido”, coincidió Jean-Marc de La Sablière, el embajador francés. El acuerdo “es muy importante porque ese proyecto muestra que se ha entrado en la fase de la diplomacia”, dijo por su parte Yitzhak Herzog, el ministro de Turismo de Israel.

Rusia y China declararon que el nuevo proyecto tendría que ser aceptado por Israel y Líbano para lograr cualquier éxito. “Este es un buen nuevo proyecto, por lo que las dos partes (Israel y Líbano) necesitan tener otra mirada y esperamos que cuando llegue la votación, las dos partes estén conformes con él”, dijo el embajador ruso en la ONU, Vitaly Churkin. El embajador encargado de China, Liu Zhenmin, calificó el texto como una buena base que fue enviada a Pekín para un veredicto final. Sin embargo, enfatizó que necesitan asegurar que las partes puedan aceptar la resolución.

A pesar del avance en el frente diplomático, los enfrentamientos y ataques continuaron ayer. El Ejército israelí realizó más de 70 ataques aéreos contra el sur de Beirut y diversas poblaciones del sur del Líbano, en especial Tiro, y emprendió 250 operaciones bélicas que concluyeron con al menos una decena de civiles libaneses muertos. La batalla de Tiro supuso la muerte de siete personas, entre ellos un soldado libanés que defendía una posición antiaérea atacada por Israel. En los enfrentamientos terrestres en el sur del país árabe, murieron un militar israelí y por lo menos tres milicianos de Hezbolá. Por su parte, Hezbolá lanzó al menos 20 cohetes al norte de Israel, donde una mujer y sus dos hijas murieron al impactar un misil Katyusha en su vivienda en el poblado de Arab Al Aramshe.

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Diario desde el infierno

BOMBAS, MUERTOS, ODIOS EN LIBANO


Por Robert Fisk*
Domingo, 06 de Agosto de 2006

Jueves, 3 de agosto. Más amigos que preguntan si es seguro volver al Líbano. Una amiga me dice que cuando habló de volver a Beirut un pariente le tiró un libro por la cabeza. ¿Qué libro?, pregunto yo. Uno de poesía, según parece.

Viernes 4 de agosto: el día de los puentes. Abed y yo estamos en la ruta al norte de Beirut con Ed Cody, del Washington Post (un aficionado a leer a Verlaine) y nos las arreglamos para pasar por caminos de tierra a través del área cristiana de Metn. Esa zona fue inexplicablemente atacada por los israelíes, lo que sorprende, porque se supone que los cristianos maronitas del Líbano son los mejores amigos de Israel. “Le resultaría difícil creer qué enojados estamos”, me dice una mujer, mientras mira su auto destrozado, su casa destrozada, los vidrios y los escombros que cubren el camino. Un viaducto yace derrumbado en un valle, 200 metros de estructura colapsada, mientras del otro lado se ve la ruta intacta. Seguimos hasta el siguiente puente bombardeado. ¿Para qué bombardean los puentes? Volvemos a Beirut por caminos secundarios, vacíos, con las ventanillas abiertas y escuchando a los jets todavía en vuelo. Llego a la oficina de Associated Press, que comanda mi viejo amigo Samir Ghattas. “¿Y? ¿Cómo están los puentes?”, me pregunta. “A que estaban manejando rápido.” A que sí.

Hago una entrevista con la CBC de Toronto, hablo abiertamente de crímenes de guerra y nadie en el estudio canadiense lo encuentra inadecuado políticamente o estremecedor, no hay las habituales reacciones de los productores televisivos que temen ser acusados de antisemitismo si se atreven a mostrar críticas a Israel.

Enciendo la televisión y me encuentro a Hassan Nasrullah, el jefe de Hezbolá, amenazando a Israel con misiles de mayor alcance si no paran los bombardeos a Beirut. Escucho al primer ministro israelí, que dice más o menos lo mismo pero al revés.

Yo les digo a estos tipos “los que rugen”, pero me pongo a hojear mi vieja copia de El rey Lear para ver a qué me están haciendo acordar. La pego. “Haré cosas que no sé, pero que llenarán la tierra de terror.” Shakespeare podría haber sido corresponsal en esta guerra.

Sábado 5 de agosto. Muchas historias de una masiva ofensiva terrestre israelí, que resultan falsas. En el sur libanés, la ONU sospecha que los israelíes están inventando ataques para calmar a su opinión pública mientras siguen cayendo misiles de Hezbolá. Pero un amigo me llama para decirme que Hezbolá puede estar corta de cohetes. Puede ser, pienso, y pienso también en todos los puentes que todavía no volaron en pedazos.

Más fotos grotescas de muertos en los diarios libaneses. Nosotros, en el “puro” Occidente, les ahorramos a nuestros lectores estas fotos terribles, “respetamos” demasiado a los muertos como para publicarlas, aunque no los respetamos tanto cuando estaban vivos. Así nos olvidamos de la terrible furia de los árabes cuando se enfrentan a esas imágenes. ¿Qué nos estamos cocinando para el futuro? Esta mañana escribí para mi diario sobre un futuro segundo 9/11. Y me temo que voy a tener razón.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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“Hezbolá pide cosas lógicas”

HABLA EMILE LAHUD, EL PRESIDENTE LIBANES

Por Angeles Espinosa*
Desde Beirut, Domingo, 06 de Agosto de 2006

“Las exigencias de Hezbolá son las exigencias del Líbano”, sintetiza el presidente libanés, Emile Lahud, poniendo en evidencia toda la complejidad política de este pequeño país árabe. Lahud (Beirut, 1936), un ex general cristiano maronita que unificó el ejército libanés tras la guerra civil, se ha alineado con las tesis políticas que desde fuera se califican de islamistas, si no de terroristas. Pero defiende la necesidad de un consenso nacional para evitar otra guerra civil.

–La captura por Hezbolá de dos soldados israelíes, ¿valió el precio que está pagando su país?

–¿Cree que ésa es la verdadera razón por la que Israel nos ha atacado a semejante escala? Todo estaba planeado. Israel quería vengarse de su expulsión de Líbano en el año 2000. Cree que así da una lección a todos los países árabes: que cualquiera que se interponga en su camino, será destruido. Otra razón es que Israel no desea un Líbano próspero. Cada vez que nos va bien, nos ponen patas arriba. Les haríamos competencia. La resistencia está ahí porque Israel, desde antes de (que existiera) la resistencia, solía hacer lo que le daba la gana en Líbano. Violaba nuestro espacio aéreo, nuestras aguas territoriales y, ahora, con la ayuda de Estados Unidos, ataca a los civiles porque no puede golpear a la resistencia, porque no saben dónde está.

–Sin embargo, parte de los libaneses opina que la acción de Hezbolá sirve a los intereses de Irán y de Siria...

–Las exigencias de Hezbolá son las exigencias de Líbano. No tienen nada que ver con Siria o Irán. Está pidiendo cosas lógicas y razonables: los mapas de minas,

la devolución de (las granjas de) Shbaa, un intercambio de prisioneros –que los israelíes han aceptado en el pasado, pero ahora han utilizado como excusa para castigar a Líbano– y que dejen de violar nuestro espacio aéreo. No es pedir mucho.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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Los pobladores de las fronteras
sufren la guerra y el desamparo

La resistencia del gobierno israelí a compensar económicamente a los desplazados por los cohetes de Hamas y Hezbolá profundiza la brecha entre ricos y pobres. Las organizaciones privadas.

Por Sergio Rotbart
Desde Tel-Aviv, Domingo, 06 de Agosto de 2006

En un refugio de Safed, en la Alta Galilea, en el que yacían apretujados decenas de ciudadanos, uno de ellos exclamó, concitando las reacciones de aprobación de sus pares: “¡El ejército debe ir hasta el final, de ninguna manera puede parar antes de eliminar al Hezbolá!”. En el frente sur, por otra parte, pueden encontrarse paralelos de la misma actitud probélica. Así ocurre en Sderot, la ciudad que constituye el principal blanco de los cohetes Qassam disparados desde la Franja de Gaza. En una pared, al lado del edificio de la municipalidad, luce el siguiente graffiti: “Llegó la hora de tratar el problema del Qassam como se trata el problema del Katyusha”.

Tanto Safed como Sderot son ciudades periféricas no solamente por su ubicación geográfica, sino también desde el punto de vista económico-social. “La guerra les brinda a los habitantes judíos de la Galilea y del Neguev la oportunidad imaginaria de elevar su condición periférica a la categoría de frontera”, explica Erez Tzfadia, catedrático en el área de política pública y administración. Mientras que la periferia simboliza atraso y marginación con respecto al centro del poder, la frontera representa el esfuerzo pionero y la abnegación nacional en el frente. “Hasta ahora, la población más afectada ha demostrado una alta cuota de patriotismo. Pero una vez finalizada la guerra, los habitantes de la Galilea y del Neguev descubrirán que su capacidad de resistencia fue en vano. El costo de la guerra exigirá nuevos recortes presupuestarios, y ellos serán los primeros afectados, quedará nuevamente expuesta la trampa que apresa a los ciudadanos judíos del norte y del sur entre la frontera y la periferia”, sostiene Tzfadia.

Parte de la responsabilidad recae en el gobierno. Durante los primeros días de la guerra no se mostró dispuesto a rubricar un acuerdo sobre el pago de salarios a habitantes del norte del país que debieron evacuar sus casas –y ausentarse de sus lugares de trabajo– ante los ataques de Katyushas perpetrados por el Hezbolá desde el sur del Líbano. El Ministerio de Economía aceptó pactar al respecto sólo luego de la presión ejercida por la central sindical (Histadrut), las cámaras empresarias y la mayoría de los miembros del Parlamento. El convenio establece que los trabajadores que debieron abandonar sus lugares de trabajo dado que fueron llamados a evacuarlos, o a permanecer en los refugios, recibirán la totalidad de su salario, incluso aquellos que se trasladaron al centro o al sur del país. Los empleadores, por su parte, serán indemnizados por el Estado en concepto de pago de salarios y pérdidas de ingresos.

El acuerdo tripartito contiene un punto clave para saber a quiénes beneficia y a quiénes deja desprotegidos: un 20 por ciento del costo del convenio será financiado por los trabajadores a través de días de vacaciones. “Beneficiará a los trabajadores fuertes, es decir a los que pertenecen a los sindicatos grandes, trabajan ya muchos años en un mismo lugar y cuentan con beneficios sociales, como días de vacaciones acumulados”, explica la abogada Michal Tadjer, de la Asociación por los Derechos Civiles en Israel. “Por otro lado no recibirán indemnización los trabajadores temporarios, independientes, los que no reciben salario reconocido oficialmente ni cuentan con beneficios sociales y los trabajadores extranjeros, que son el eslabón más débil y, por ende, los que pagarán el precio más alto”, agregó la abogada. Tadjer mencionó casos de trabajadores extranjeros empleados por agricultores de la zona de Metula, a pocos metros del límite con el Líbano, que estarían siendo obligados a seguir trabajando en los campos, totalmente expuestos, mientras que el resto de los habitantes está en los refugios.

No todos los trabajadores independientes de la zona norte pueden abandonar sus puestos de trabajo. Los que lo hacen dependen de sus ahorros, la hospitalidad de familiares y amigos o la ayuda brindada por asociaciones privadas. El Movimiento Religioso Reformista y del Comité Judeo-norteamericano Joint financian y organizan la evacuación de discapacitados del frente norte y el abastecimiento de alimentos a quienes permanecieron allí. El rabino Gilad Kariv, del Movimiento Reformista, señala que los “servicios de bienestar estatales recibieron en los últimos años un duro golpe mediante recortes presupuestarios, y no se prepararon debidamente para un eventual período de emergencia”. Si bien su movimiento financió hasta ahora viviendas para evacuados y ayuda a los refugios cuyo monto asciende a los 600 mil shekels, Kariv asegura que todavía falta mucho por hacer. “Aún existen grandes problemas que no pueden ser solucionados por intermedio de factores de ayuda privados. No puede reemplazar con eficiencia la función de la oficina de bienestar estatal”, afirmó el rabino.

Asa Ben-Yosef, directora del foro de departamentos de bienestar del gobierno municipal, comenta: “Nos inundan con pedidos de comida y dinero. A los que piden comida los derivamos a comedores populares, pero dinero no tenemos para dar ni siquiera en tiempos de paz”. La respuesta del gobierno tarda en llegar. “No queremos parecernos al Líbano, con cientos de miles de refugiados”, dijo un funcionario que participó en un foro interministerial que trató el tema días atrás.

Esta guerra puso de manifiesto una división clasista clara: por un lado, los que cuentan con medios y familiares, que se apresuraron a abandonar sus casas y lugares de trabajo; por el otro, los carenciados que se quedaron en el “frente civil” (un nuevo concepto surgido bajo la lluvia de los cohetes Katyushas, ya que ahora no puede considerarse a la expuesta población del norte como parte de la “retaguardia”), hacinados en los refugios o prefiriendo permanecer en sus casas, arriesgando sus propias vidas, para no tener que vivenciar las condiciones humillantes de la infraestructura de defensa civil.

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El niño gris

Por Horacio Verbitsky
Domingo, 06 de Agosto de 2006

La imagen del niño gris me asediará mientras viva, como ocurre con una del Holocausto en la que un chico de cinco o seis años, arreado rumbo a la solución final nazi a punta de ametralladora, camina con las manos en la nuca y mira con estupor a la cámara. Es decir a mis ojos.

El niño gris no mira. Sus ojos están cerrados. Un hombre lo lleva en andas, en posición vertical. Sólo unos fluidos que gotean de su nariz y de su boca indican que no se trata de una escultura. Cada partícula de su cuerpo y de sus ropas están cubiertas con el polvo de la mampostería del edificio que se derrumbó sobre él en Qana, acaso la ciudad bíblica en la que Jesús hizo el trueque milagroso de agua en vino durante la celebración de una boda. Pero hoy se celebran funerales y no hay milagro que pueda despertar de un sueño espantoso a esa criatura y a quienes vimos su foto.

El doble mensaje del descargo posterior es un anecdótico agravante: mientras el gobierno israelí niega haber sabido que en ese edificio hubiera civiles refugiados, un videoclip que hacen circular por Internet sus organizaciones de apoyo muestra una toma aérea de un supuesto camión lanzador de cohetes que luego de cumplida su tarea estaciona en el garage de una casa. Con tal inteligencia, sus aviones atacaron un camión frigorífico que cargaba verduras y liquidaron a los campesinos que las habían cultivado. La secuencia fílmica de propaganda israelí es tan confusa como la que Colin Powell presentó en las Naciones Unidas para demostrar que Irak poseía armas prohibidas y que el propio ex Secretario de Estado terminó por reconocer como falsa. Pero letreros en hebreo e inglés explican cada cuadro hasta llegar a la conclusión de que si los agresores se refugian entre civiles es legítimo masacrarlos. No es así. Semejantes medios descalifican cualquier fin. Ninguna meta vale la pena de ser alcanzada a ese precio, ninguna ofensa previa lo justifica, cuando ningún peligro corre hoy la existencia de Israel.

Este horror insoportable fue planificado a lo largo de años. Es parte de una campaña que comenzó en octubre de 2001 con los bombardeos y la invasión estadounidense en Afganistán. Prosiguió en junio de 2002 cuando Bush formuló la doctrina del ataque preventivo y dijo que la única estrategia posible era golpear primero, “enfrentar las peores amenazas antes de que se concreten”. Millones de toneladas de bombas fueron arrojadas preventivamente sobre Irak a partir de marzo de 2003 pese a la evidencia de que no había relación entre su gobierno y la organización saudita que en setiembre de 2001 atacó los símbolos del poder militar y financiero en Washington y Nueva York. Cuando se demostró que en Irak tampoco había armas de destrucción masiva, Estados Unidos cambió de excusa: se trataba de llevar la democracia a ese país y de remodelar el mapa de Medio Oriente.

En abril de 2003 se difundió la denominada “Hoja de ruta” estadounidense. Corolario de la doctrina de la guerra preventiva, ese plan se desentiende de la ocupación israelí de Cisjordania, Gaza y Jerusalén Oriental y centra sus propuestas en el combate a la violencia palestina, concebida casi como una esencia, un argumento ontológico sin relación con el sufrimiento de un pueblo expulsado hace más de medio siglo de su tierra.

Consecuencia de todo ello fue el desconocimiento de la autoridad ejercida por Yasser Arafat, en procura de establecer un nuevo gobierno palestino “que actúe con decisión contra el terror y tenga voluntad de construir una democracia activa basada en la tolerancia y la libertad”, según la Hoja de Ruta. A ello siguió el sitio y demolición a las oficinas de la Mukata’ah en Ramalah, donde el líder histórico de la causa nacional palestina sobrevivió meses sin luz y con escasos alimentos, y por último su misteriosa muerte debida con alta probabilidad a un deliberado envenenamiento. Lejos de allanar el camino hacia una negociación de paz, la desaparición de Arafat la hizo cada vez menos probable. El creador de Al Fatah y la OLP no sólo había luchado por independizar de Israel a su pueblo. También buscó liberarlo de la tutela de los reaccionarios gobiernos árabes con los que prefería entenderse Israel.

El desprecio y el aislamiento al que Israel sometió a la débil presidencia de Abu Mazen, que sucedió a la de Arafat, condujo en enero de este año a la victoria electoral del partido islámico de la resistencia, Hamas, vinculado con Irán. No se entiende por qué ese resultado causó tanta sorpresa, si la anterior invasión israelí al Líbano provocó el surgimiento del también islámico movimiento Hezbolah, bajo control sirio.

Hamas y Hezbolah son, además, dos organizaciones confesionales, a diferencia del movimiento laico e independiente que lideraba Arafat. Pero las bancas que ambos movimientos ocupan en los gobiernos libanés y de la Autoridad Palestina las ganaron en comicios libres. Desde que asumió el nuevo gabinete palestino, Israel le negó el agua y la sal y en el comienzo de la última ofensiva arrestó a sus ministros y demolió sus sedes, para demostrar que la democracia es un lujo que no se pone al alcance de cualquiera. La Argentina conoció hace medio siglo esa ilustrada concepción de la democracia sólo para los democráticos, que no suelen coincidir con las mayorías, en consecuencia proscriptas y reprimidas hasta la desesperación.

La necedad de la dirigencia judía argentina, que ofreció su tribuna al embajador de Israel para que justificara la brutal violación de su país al derecho internacional humanitario y de los derechos humanos la emparenta con el lobby judío de los Estados Unidos, que ha contribuido a impedir cualquier acuerdo negociado entre los pueblos de Israel y Palestina. Para mayor irrisión ese acto provocativo se realizó a pocos metros de la esquina de Palestina y Estado de Israel, que simboliza la afectuosa convivencia entre las colectividades árabe y judía, sin igual en el mundo. Todos deberíamos cuidarla como el precioso capital que es y que el menemismo malversó como tantos otros bienes sociales. En el aniversario del atentado contra la AMIA, esa misma conducción no tuvo mejor idea que reclamar la ruptura de relaciones con Irán, como si los dos bombazos de la década anterior no le hubieran bastado para aprender la virtud de la prudencia.

Cuesta creer que las maquinarias militares y de inteligencia más sofisticadas del mundo obtengan resultados tan contrarios a los que declaran perseguir. Por torpeza o por cálculo, los misiles estadounidenses e israelíes siembran teocracias que desplazan a gobiernos laicos, ya sean dictactoriales como el de Saddam Hussein o relativamente democráticos como los del Líbano y la Autoridad Palestina. Las réplicas de Hamas o Hezbolah, ya sean bombas humanas o cohetes (mal)guiados, son tan insignificantes en proporción que es ridículo establecer cualquier equivalencia. Pero también recaen sobre los civiles. La guerra pasa a ser un estado permanente y del resto del mundo sólo se reclama que se habitúe al martirio de los niños grises.

Para eso no cuenten conmigo. Detener la mano asesina es un imperativo categórico.

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Un 80 por ciento de encuestados
“repudia” el ataque de Israel


Sólo un seis por ciento piensa que el Estado israelí ejerce una legítima defensa. El estudio fue realizado en Capital y el Gran Buenos Aires.

Domingo, 06 de Agosto de 2006

Ocho de cada diez personas consideran que el ataque de Israel al Líbano es una agresión repudiable, mientras que sólo un seis por ciento piensa que el Estado israelí ejerce una legítima defensa. La abrumadora mayoría que se pronuncia en contra de los bombardeos supera largamente un núcleo duro, con tintes racistas, que suele rondar en la Argentina un 15 por ciento en las encuestas y que se pronuncia en forma invariable en contra de judíos, coreanos, paraguayos o bolivianos.

Los datos surgen de un trabajo realizado la semana pasada por la consultora Telesurvey, que conduce el conocido sociólogo Heriberto Muraro. En total se entrevistó, en forma telefónica a 300 personas de Capital y Gran Buenos Aires, respetándose las proporciones por edad, sexo y nivel económico-social.

La postura crítica que tiene la mayoría respecto de las acciones de Israel en este conflicto no tiene una razón sino varias, es decir que los encuestados se oponen a los bombardeos desde distintos ángulos:

- Gran parte de los ciudadanos perciben muchas muertes de civiles y mucha mayor destrucción del lado libanés. El ataque al pueblo de Qana y las imágenes de cadáveres de chicos y mujeres ejercen una enorme influencia en la opinión pública, no sólo Argentina.

- En los últimos años se ha hablado mucho de las guerras incruentas, con rayos láser y precisión milimétrica. En este conflicto las imágenes de edificios arrasados, población civil en situación dramática, en su mayoría del lado libanés, producen fuerte impacto. En las últimas semanas se ha visto mucha sangre, pobreza, desesperación, nada que ver con una guerra quirúrgica a la que se había acostumbrado un poco la opinión pública.

- Según los sociólogos consultados por este diario, la visión general es que el conflicto de Medio Oriente se ha insertado como una parte del tablero norteamericano y, en particular, de George Bush. La mirada es que no se hacen esfuerzos por la paz y que priman cuestiones como el petróleo o los intereses en las empresas constructoras. Lo que en algún tiempo eran datos sobre los que polemizaban minorías, hoy existen ya como conceptos que abarcan a grandes mayorías.

- En esa línea de pensamiento, muchos de los encuestados piensan que el ataque es directamente norteamericano, con el fuerte rechazo que eso produce en la Argentina y en casi toda Latinoamérica.

- En la mezcla de todos los elementos, igualmente prima que la mayoría tiene una visión pacifista y, sobre todo, de defensa de la vida de civiles.

En la Argentina existe un núcleo duro de racismo, tal cual lo han verificado decenas de encuestas. Aproximadamente un 15 por ciento de la población contesta, por ejemplo, que le molestaría que su hijo o hija se case con un judío, coreano, paraguayo o boliviano. Pero el porcentaje de los que consideran que existe una agresión israelí repudiable es tan alto –80 por ciento– que no se le puede adjudicar la postura mayoritaria al antisemitismo.

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