Sunday, August 20, 2006

Página/12 Special





Página/12:
Israel atacó y ahora tambalea la tregua



CRITICAS DE ANNAN Y SINIORA PARA TEL AVIV; HABRIAN MUERTO TRES SOLDADOS



El frágil cese del fuego se mantiene a pesar del combate de Budai, donde el ejército israelí atacó, según un vocero, para cortar el suministro de armamento iraní a Hezbolá. Llegó el ejército libanés a la frontera y se acercan la tropas de la ONU.




Domingo, 20 de Agosto de 2006



Tambalea la tregua en el Líbano. Por primera vez desde la entrada en vigor el lunes del alto el fuego entre Israel y la milicia de Hezbolá, militares israelíes emprendieron ayer una acción en suelo libanés y disputaron una cruenta batalla contra los milicianos chiítas. Según fuentes israelíes y libanesas, los combates causaron la muerte a tres combatientes de Hezbolá y a un soldado israelí. Sin embargo la agrupación chiíta negó haber sufrido bajas. En tanto, llegaron al sur del Líbano las primeras tropas internacionales para tratar de consolidar el cese de las hostilidades.



Con protección aérea, helicópteros israelíes transportaron ayer dos vehículos Hummer a unos 100 kilómetros de la frontera. Con estos vehículos todoterreno los soldados israelíes marcharon hasta el pueblo de Budai, a unos 30 kilómetros de la ciudad de Baalbek, donde se enfrentaron con milicianos de Hezbolá. En Budai, los simpatizantes del grupo chiíta estaban convencidos de que las fuerzas del país vecino rompieron la tregua porque buscaban al tesorero nacional del partido chiíta, Mohammad Yazbeck. Por su parte, Israel confirmó haber realizado la operación, sin que hayan quedado claros sus objetivos. Según un comunicado del ejército, el ataque, en el que murió un oficial y dos resultaron heridos, tenía como objetivo impedir el abastecimiento de armas a Hezbolá por parte de Irán y Siria. “La operación es una respuesta a la violación de la resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU, que prohíbe el suministro de armas al Hezbolá”, afirmó el portavoz del Ministerio israelí de Relaciones Exteriores, Mark Regev. Sin embargo, según la radio pública israelí, la misión del comando pudo haber sido liberar a los dos soldados israelíes secuestrados por Hezbolá el 12 de julio, en un ataque que desencadenó la ofensiva israelí en Líbano.



Tanto el gobierno libanés como el secretario general de la ONU, Kofi Annan, expresaron su rechazo a la acción de Israel. El primer ministro libanés, Fuad Siniora, calificó la operación de “violación flagrante” del cese de las hostilidades entre el estado israelí y las milicias de Hezbolá. “La operación comando llevada a cabo al alba por las fuerzas de ocupación israelíes en la región de la Bekaa (este) constituye una flagrante violación del acuerdo de cese de las hostilidades anunciado por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas”, dijo Siniora en un comunicado. Por su parte, Annan indicó que el ataque israelí constituyó una violación al cese del fuego. “Toda violación de la resolución 1701 del Consejo de Seguridad pone en peligro la frágil calma alcanzada tras muchas negociaciones y daña la autoridad del gobierno libanés”, indicó en un comunicado.



Mientras, el ejército libanés se instaló en la frontera con Israel por primera vez en 30 años, tomando posiciones en la Puerta de Fátima, según afirmó el general Charles Chijani, comandante de la 10ª brigada de infantería. A pesar de ello, el ministro libanés de Defensa, Elias Murr, amenazó con suspender el despliegue del ejército libanés en el sur de Líbano si la ONU no se pronuncia sobre la operación comando realizada por Israel en el este de Líbano. “Podría pedir al Consejo de ministros que decidan la interrupción del despliegue del ejército en el sur porque no hemos enviado a las tropas para que caigan en las trampas tendidas por Israel”, declaró.



Al mismo tiempo, las primeras tropas internacionales llegaron para reforzar la presencia de la Fuerza Interina de las Naciones Unidas en Líbano (Finul) y tratar de apuntalar la frágil tregua. La Finul, que existe desde 1978 y cuenta en la actualidad con 2000 hombres, debe ser reemplazada por una nueva fuerza de 15.000 militares y un mandato ampliado, según la resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU. En esa resolución se basó el cese de hostilidades entre Israel y el movimiento chiíta Hezbolá, después de 31 días de guerra.



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Irán pudo probar sus misiles



LA GUERRA FUE FUNCIONAL A DAMASCO Y TEHERAN



Por Robert Fisk*

Desde Beirut, Domingo, 20 de Agosto de 2006



En los casi vacíos salones baasistas de Damasco, a menudo la realidad parece muy alejada. Pero fue un indicio de los tiempos que corren que el presidente Bashar al Assad fuera capaz de que las vacas sagradas de Damasco se pusieran de pie por el simple hecho de decir la verdad –algo que ningún otro líder árabe quiso hacer en las últimas cinco semanas–: que el grupo guerrillero libanés Hezbolá había efectivamente ganado este round de su guerra con Israel.



Había mucha exageración en el discurso de Assad. Un conflicto que costó más de mil vidas de libaneses civiles no puede llamarse una “batalla gloriosa” –según las propias palabras de Assad–, pero por lo menos reflejaba más realidad que su contracara en Washington, George Bush, quien, llevado por una falsa ilusión o su amor por Israel, declaró que Hezbolá había sido derrotado en el Líbano. La “victoria” de Israel en el Líbano debe sumarse presumiblemente a nuestras famosas “victorias” en Irak y en Afganistán. Siria e Irán, según Bush, fueron responsables del “sufrimiento” del Líbano –que contiene las semillas de la verdad ya que Hezbolá provocó esta guerra al capturar a dos soldados israelíes y al matar a otros tres el 12 de julio– aunque no eran la fuerza aérea siria ni la iraní las que estaban masacrando convoyes de refugiados civiles inocentes en el Líbano estas últimas cinco semanas. De manera que el presidente Assad debe haber disfrutado de su pequeña perorata ayer en Damasco.



“Esta es una administración (Estados Unidos) que adopta el principio de guerra preventiva que es absolutamente contradictorio con el principio de paz”, dijo. “Consecuentemente, no aceptamos la paz pronto o en un futuro predecible.” Assad puede decir eso otra vez. En realidad, no hay señales de que Hezbolá tenga la intención de “desarmarse” bajo los términos de las Resoluciones 1559 y 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU, como tampoco Israel está dispuesto a acatar la Resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU y retirarse de los territorios árabes que ocupó en 1967. Sin embargo, está claro que el presidente Assad se ve a sí mismo nuevamente en el centro del poder árabe después de la retirada humillante de su ejército del Líbano el año pasado. No hay más necesidad de derrotismo entre los árabes, dijo –un sentimiento que es ampliamente compartido en el mundo árabe real, pero bastante ausente de la fantasía del presidente Bush de Medio Oriente–. Que sea Siria, de todas las naciones, la que puede declarar esto y recibir tanto aplauso probablmente dice más sobre Washington que sobre Damasco. Y es, por supuesto, el regreso a los Altos del Golán sirios ocupados por israel –ver Resolución 242 de la ONU– lo que está detrás de esta desastrosa guerra.



La verdad es que Israel abrió su ataque al Líbano afirmando que el gobierno libanés era responsable del ataque de Hezbolá –y claramente no lo era– y que sus acciones militares podrían lograr la liberación de los dos soldados capturados. En esto, los israelíes fracasaron rotundamente. La pérdida de 40 soldados israelíes en sólo 36 horas –y los exitosos ataques de Hezbolá contra los blindados israelíes dentro del Líbano– fueron un desastre para el ejército israelí. El hecho de que Siria pudiera gritar a todo pulmón los “logros” de Hezbolá mientras evitaba la destrucción de una brizna de pasto dentro de Siria –sólo los libaneses y los israelíes tuvieron que pagar el precio de esta guerra sucia– sugiere un cinismo que el mundo árabe todavía debe entender. Pero, por ahora, Siria ganó.



Irán, como el principal partidario de Hezbolá, claramente también piensa eso. El presidente Mohmoud Ahmedinejad, que generalmene habla mucho más de lo que piensa, condenó a los Estados Unidos por proveer a Israel con las armas que usó sobre los civiles libaneses –una declaración perfectamente cierta–. Pero no dijo que los misiles de Hezbolá venían de una nuevageneración del arsenal iraní y que ni siquiera existían durante la guerra entre Irán e Irak de 1980-88. Mientras los estadounidenses sin duda estarán interesados en evaluar la efectividad de sus armas en esta guerra –a pesar de que fueron utilizadas mayormente sobre civiles–, nadie debe dudar de que los iraníes estarán evaluando la capacidad de sus nuevos misiles Fajr y su efecto en el ejército israelí.



* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12. Traducción: Celita Doyhambéhère.



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Después de la batalla sólo perdura

el indescriptible olor a muerte




Por Eduardo Febbro

Desde Tiro, Nakura y Kfar Kila, Domingo, 20 de Agosto de 2006



“Quien combate a los israelíes aporta la luz de la victoria”, dice el cartel amarillo, escrito en árabe y firmado “Hezbolá”. Las pancartas similares se suceden en cada uno de los pueblos del sur del Líbano, donde el Partido de Dios tiene sus bastiones. Las proclamas, colgadas de un lado a otro de la calle junto a las fotos de los combatientes caídos en la guerra, están hechas para tocar el corazón del orgullo o del odio. Yarine, Aita Ach-Achaab, Ed-Dhaira, Marquahine, Rimaich, Yaroune, Ramiyé, cada uno de los pueblos del sur donde hubo combates con las tropas israelíes, repite la misma escena. Los pueblos están vacíos, no hay luz, los edificios están aplastados por las bombas, al costado de los caminos hay un montón de animales muertos a falta de agua y el único signo de vida parecen ser esos carteles, insolentemente de pie en un paisaje derrumbado.



“Romperán nuestra casa pero seguimos vivos en el corazón de los hombres.” “El hermoso Líbano desterró a los criminales”, “Rice, no te entregaremos Medio Oriente.” Sólo las palabras están vivas en un paisaje de desolación. Los únicos pueblos intactos son cristianos. Anihey, Hanine y Ain Ebel parecen paraísos intactos rodeados del infierno. Donde antes había comercios, restaurantes, estaciones de servicio y casas de piedras blancas con flores a la entrada ahora no existen más que ruinas y un manojo de gente que camina muda, hurgando los escombros en busca de un recuerdo o un cadáver.



El olor de la muerte es indescriptible. Hay que buscarlo en el rostro de los sobrevivientes que vienen a identificarlos después de que una excavadora mecánica los extrajera de un montón de hierros retorcidos. El centro de Bent Jbeil es un escenario alucinante. A lo largo de un kilómetro no se encuentra un edificio en pie. Hay algo obsceno en esas imágenes de ventanas y fachadas reventadas que muestran una mesa puesta, ropa amontonada, un cuadro aún intacto colgado en la pared, un armario con todas las prendas afuera o juguetes y ropa de niños. En la avenida principal, los familiares de los desaparecidos hacen cola ante dos camiones frigoríficos con unos cuantos cuerpos adentro. La muerte ha acercado a los hermanos enemigos. Los militantes del Hezbolá y del movimiento chiíta Amal trabajan juntos. A Abdulah Mahim no le importa decir a cuál de los dos grupos pertenece. “Son tiempos de unificación y de colaboración. Hoy hemos extraído 16 cadáveres de los escombros, ayer fueron trece. Creo que cada día será igual. Cuando más avanzamos entre las ruinas más gente muerta encontramos, en su mayoría niños y ancianos que no salieron a tiempo.” El hombre se seca las lágrimas y luego comenta la incursión israelí en la planicie de la Beka, la primera violación oficial del alto el fuego que entró en vigor el lunes pasado. “Era de esperarse, los israelíes nunca respetaron las resoluciones de las Naciones Unidas y no veo por qué van a respetar ahora este acuerdo. Pero no hace falta movilizarse demasiado por eso. Tenemos una tarea más grande. Ocuparnos de los vivos.”



Anhuar Charib y los otros miembros de una autoproclamada defensa civil se ocupan de recorrer los pueblos fronterizos del sur con una bomba desinfectante colgada a la espalda y una manguera en la mano. Los muchachos no tienen más de 20 años y su tarea consiste en desinfectar la entrada de los pueblos donde hay animales muertos, en este caso Yarine, una localidad pegada a la frontera con Israel y copiosamente bombardeada desde las montañas por la artillería del Estado hebreo. Charib parece a punto de explotar. “Desde que bombardearon las infraestructuras no tenemos luz, y sin luz carecemos de agua, y sin agua los animales se nos mueren desed. Tenemos que echar productos para que no nos muramos nosotros de una infección. Sin agua y luz estamos condenados a morir o a irnos de aquí. Nadie ha venido a ayudarnos. Ni el gobierno, ni las ONG, ni el Hezbolá. Estamos solos. No nos queda más que la solidaridad entre vecinos y la resistencia.” No se percibe odio en su palabras, no siquiera encono hacia Israel. Lo único que Anhuar Charib se pregunta es por qué el ejército israelí mató a las 600 cabras del campo y por qué motivo, cada vez que estalla un conflicto, los artilleros israelíes bombardean la misma mezquita con impactos en el mismo lugar, una ventana de la parte de atrás. Las huellas de los enfrentamientos son profundas, a veces salvajes, como a la entrada de Aita ech Chaab. En el centro del pueblo persiste una rotonda con las banderas, los retratos de los líderes del Hezbolá, Hassan Nasrallah, y del movimiento Amal, Nabi Berri, y un elemento decorativo. Lo demás, en los alrededores, son como bollos de papel amontonados en un basurero. Edificios de 5 países hechos añicos, muros acribillados por las balas, inmensas paredes derribadas. Los signos de la violencia testimonian la ferocidad de los combates. Los impactos cubren toda la gama del arsenal moderno. Obuses, morteros, cañonazos desde las montañas y huellas de proyectiles más chicos que cuentan los combates puerta por puerta. En medio de esa tristeza una sola casa ha quedado en pie. Está frente a la rotonda, con vista a la montaña de escombros. Sus habitantes, una familia de 9 personas, toman café y fuman el narguile sentados en las escaleras de la entrada. Son afables, calurosos hasta el absurdo. La abuela, más sonriente y hospitalaria que los demás, muestra con las manos el espectáculo que circunda la casa y dice: “Estamos todos vivos y eso ya es una gracia que Dios nos dio”.



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Hay complot, pero no se sabe de quién



CRECEN LAS DUDAS SOBRE EL SUPUESTO ATENTADO FALLIDO EN LONDRES



Los expertos dudan de la posibilidad de fabricar un explosivo con líquidos inflamables, más aún en pleno vuelo. Hay muchos detenidos, pero ningún acusado. No se encontró ninguna bomba y algunos sospechosos ni siquiera tenían pasaporte.




Por Marcelo Justo

Desde Londres, Domingo, 20 de Agosto de 2006



A diez días de que se desbaratara un presunto complot para hacer explotar 10 aviones en vuelos transatlánticos entre el Reino Unido y Estados Unidos, hay 23 detenidos en Gran Bretaña, 17 en Pakistán, 36 domicilios allanados, 19 cuentas bancarias congeladas y ningún acusado. A nivel oficial, la información es escasa y prácticamente no ha variado desde que el jueves 10 de agosto se diera a conocer el gigantesco operativo policial para impedir un “inminente complot de incalculables consecuencias”. A nivel extraoficial, abundan las espectaculares revelaciones de fuentes de seguridad que vinculan este complot con una compleja red global y con los atentados del 7 de julio del año pasado en Londres, que dejaron un saldo de 56 muertos y más de 700 heridos. La última de estas revelaciones es la presunta existencia de videos de reivindicación de los atentados suicidas en algunos de los ordenadores requisados por la policía.



Los arrestados en el Reino Unido son todos británicos, la inmensa mayoría descendientes de paquistaníes, y fueron detenidos en zonas con fuerte presencia musulmana de Londres, Birmingham y Buckinghamshire. Según la versión oficial, el plan de las células era subir a 10 vuelos distintos, armar los explosivos en el avión a partir de líquidos inflamables y detonarlos en medio del Atlántico para no dejar rastros de su modus operandi. Según las fuentes de seguridad, la mayoría de los arrestados pertenecían o tenían vínculos con una organización fundamentalista islámica legal en el Reino Unido, Tablighi Jamaat, a la que habían estado relacionados dos de los responsables del 7-J, Mohammed Siddique Khan y Shehzad Tanweer.



La investigación comenzó poco después del 7-J gracias a los datos que proporcionó un informante. Según las fuentes citadas por medios británicos, esta pista extendió la investigación del MI5, el servicio secreto de seguridad interior, a Pakistán, sitio clave por los vínculos que el gobierno militar tuvo en su momento con el fundamentalismo Talibán afgano y Al Qaida. El gobierno de Pervez Musharaff es hoy un firme aliado de Occidente en la “guerra contra el terrorismo” y fue el arresto hace cuatro semanas en Islamabad de Rashid Rauf, un británico de 25 años de ascendencia paquistaní, el que precipitó la última fase de la megainvestigación británica. Según algunas fuentes de seguridad, Rauf tenía vínculos directos con Al Qaida.



Lo cierto es que a diez días de un operativo lanzado para evitar un inminente complot no hay ningún acusado. Algunos opinan que esto no es relevante, ya que la policía puede interrogar a los detenidos durante 28 días sin formular cargos e intentará aprovechar esto hasta último momento para encontrar el máximo nivel de pruebas posibles. Otros expresan crecientes reservas sobre el operativo. Expertos en temas de explosivos señalan que era prácticamente inviable la fabricación de una bomba en el avión a partir de sustancias inflamables. Grupos islámicos británicos recuerdan que de los más de mil musulmanes detenidos bajo la ley antiterrorista sólo un 12% fue llevado a la Justicia y de este porcentaje, el 80% fue absuelto. Enfatizan además que la mayoría de ese porcentaje mínimo de condenas fue hallado culpable de temas que no tenían nada que ver con terrorismo, como hurtos o visas fuera de fecha. Este viernes el ex embajador británico en Uzbekistán Craig Murray resumió las dudas de muchos en un artículo para el matutino The Guardian. “Es extraño que la policía no tenga pruebas suficientes para presentar cargos contra los detenidos. Si el atentado era inminente, si iba a resultar en muertes masivas, ¿cómo puede ser que no se haya encontrado ninguna bomba, que ninguno de los terroristas hubiera comprado pasajes, que la mayoría no tuviera pasaportes? Según la prensa, fue gracias a la detención en Pakistán que se reveló este complot. Los interrogatorios en Pakistán hacen que la gente cante como pájaros. Conozco muy bien los métodos. Son los que se usan en Uzbekistán y no cabe duda de que la gente puede confesar las cosas más asombrosas”, indicó Murray.



El gobierno ha justificado la escasa información oficial diciendo que se trata de una investigación en curso y que temen dar datos que perjudiquen la posibilidad de iniciar un juicio. Por el momento, la policía tiene tiempo. Bajo la ley antiterrorista vigente, puede mantener un arresto sin presentar cargos durante 28 días, aunque tiene que renovar periódicamente esta autorización con la Justicia. El jueves 7 de septiembre se cumplirá ese plazo. Allí se sabrá el valor real del más importante operativo antiterrorista de los últimos años.



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Paranoico y hostil



Por Santiago O’Donnell

Domingo, 20 de Agosto de 2006



Dos temas dominaron la semana internacional y ninguno favoreció a George Bush. El primero es la tregua en Medio Oriente. Más allá de los análisis y especulaciones desde uno y otro lado que llegan de todo el mundo, se hace difícil pasar por alto el detalle de lo que está pasando ahora mismo en el Líbano. Hezbolá está reconstruyendo con dinero iraní lo que Israel destruyó con bombas de Estados Unidos. Eso no puede ser bueno para el presidente norteamericano.



El otro tema es Cuba. Ahí la desilusión de Bush puede ser aún mayor por la expectativa generada. No sólo en él, sino en muchos norteamericanos que no terminan de entender lo que está pasando.



El título de tapa del New York Times del lunes pasado es ilustrativo: “Sorprendiendo a los expertos, Cuba mantiene la calma con Castro fuera de juego”. Encabeza un relato de Ginger Thompson fechado en Ciudad de México, en el que la periodista cuenta la semana que pasó en La Habana con visa de turista antes de ser expulsada por las autoridades. Thompson escribe que los cubanos siguen trabajando, siguen tomando helado en Copelia, siguen defendiendo a Fidel y siguen quejándose en voz baja de los rigores del régimen. Como siempre, como si nada hubiera pasado.



Para intentar una explicación de semejante fenómeno, apela a la sabiduría de dos intelectuales, el profesor Damián Fernández, de la Florida International University, y el consultor Phillip Peters, del Lexington Institute.



“No estábamos preparados para un escenario de continuidad del régimen en vez de cambio”, admite el profesor.



“Nuestras políticas siempre estuvieron basadas en la idea de que (sin Fidel) el sistema cubano es tan frágil que se puede derrumbar con un dedo. Los hechos demostraron lo contrario”, coincide el consultor.



Lo que Bush y sus policy makers no parecen entender es que algo ha cambiado en el vecindario. Los mismos países que antes reclamaban su atención hoy rechazan sus tratados comerciales, cancelan deudas con sus organismos de crédito y le retacean soldados para sus aventuras bélicas.



Así las cosas, parece una ingenuidad suponer que Bush pueda imponer a voluntad un cambio de régimen en Cuba. Pero mucha gente en Estados Unidos todavía cree que la Unión Soviética colapsó porque Ronald Reagan le ordenó con voz firme a Mikhail Gorbachov que derribe el muro de Berlín. A juzgar por el tono paternalista de su discurso al pueblo cubano, Bush habrá pensado que podría hacer lo mismo que Reagan, que al escucharlo los cubanos iban a saltar al agua y nadar en masa hasta Miami. La presunción de que todos queremos vivir como Estados Unidos, bajo las reglas de Estados Unidos y si es posible en Estados Unidos es muy fuerte en el imperio.



Puede ser que alguna vez haya sido así, que haya existido un Pensamiento Unico, un Consenso de Washington, un ALCA, una Escuela de las Américas, un alineamiento automático para aislar a Cuba y mandar tropas adonde sea. Puede ser que esos tiempos vuelvan porque la historia a veces se repite. Pero este Estados Unidos, paranoico y hostil, ha perdido gran parte de su encanto.



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Cuba amenazada por el “Anexo secreto”



Por Miguel Bonasso*

Domingo, 20 de Agosto de 2006



“Sin exagerar el peligro”, Raúl Castro advirtió sobre la posibilidad cierta de una agresión militar contra Cuba y pidió a la comunidad internacional que exija a Washington el destape de un “anexo secreto” que complementa el plan de George W. Bush para la “transición a la democracia” en la isla. Según el gobierno norteamericano, el anexo permanece secreto “por razones de seguridad nacional” y para “asegurar su efectiva realización”. Según Raúl Castro, no revelan el contenido de ese anexo “porque es ilegal”. Fiel a su costumbre de “no comparecer con frecuencia en público, salvo en los momentos en que se requiera”, el dirigente que debió asumir transitoriamente la conducción del estado cubano reveló al diario Gramma que en la madrugada del 1o de agosto, “dando cumplimiento a los planes aprobados y firmados desde el 13 de enero del 2005 por el compañero Fidel y después de hacer las consultas establecidas, decidí elevar de manera sustancial nuestra capacidad y disposición combativas, mediante el cumplimiento de las medidas previstas, entre ellas la movilización de varias decenas de miles de reservistas y milicianos.” “No podíamos –subrayó Raúl– descartar el peligro de que alguien se volviera loco, o más loco todavía, dentro del gobierno norteamericano”. El hombre que ha conducido durante décadas las Fuerzas Armadas Revolucionarias piensa que el plan intervencionista que Washington denomina “transición” no puede llevarse a cabo sin agresión militar.



Según la retórica imperial, la transición sería hacia “la democracia”; según los cuadros dirigentes de la revolución cubana significaría una restauración lisa y llana del capitalismo neocolonial, que no podría ejecutarse sin un descomunal baño de sangre. Desde hace más de una década, pero de manera muy especial en los últimos tres años, los diversos gobiernos de Estados Unidos han pretendido imponer en Cuba una transición “rápida y pacífica hacia la democracia”. Así surgieron las leyes Torricelli y Helms Burton; así pasó con administraciones tanto republicanas como demócratas; ambas igualmente indiferentes a principios internacionales consagrados como la no intervención y la autodeterminación de los pueblos. Pero esta visión prepotente e ilegal llegó al desborde con el gobierno de George W. Bush.



El 10 de octubre de 2003, Bush jr. anuncia la creación de una “Comisión de Ayuda a una Cuba Libre”, porque “el régimen cubano no va a cambiar por su propia iniciativa”. El 5 de diciembre de ese año, el entonces secretario adjunto de Estado para Asuntos Hemisféricos, el ultramontano Roger Noriega, establece que la “transición puede ocurrir en cualquier momento y tenemos que estar preparados para actuar de manera decisiva y ágil”. En enero del 2004, Otto Reich, un cubano-americano de talante troglodítico, afirma que son importantes “los días y aún las horas de la transición”.



A esa altura queda claro que para estos personajes la “transición” debe comenzar tan pronto Fidel Castro deje de existir. Así lo dirá sin ambages la secretaria de Estado Condoleezza Rice: (hay que) “prepararse para cuando llegue la Cuba post Castro, la cual será democrática”. Para que la propuesta intervencionista no quede en declaraciones, en mayo de 2004 George W. Bush hace público un mamotreto de 458 páginas: el informe de la Comisión para la Asistencia a una Cuba Libre, donde deja establecido que los Estados Unidos se oponen a la continuación de un gobierno comunista”. Y pocos meses después declara: “Creo que el pueblo cubano debería ser liberado del tirano”.



Pero el afán colonial alcanza ribetes pornográficos el 28 de julio de 2005, cuando Condoleezza Rice anuncia la designación oficial de un procónsul de la “transición”, el señor Caleb McCarry, asesor republicano del Comité de Relaciones Internacionales de la Cámara de Representantes.



Por último, el 20 de junio último, de manera sigilosa, el Departamento de Estado inserta en su sitio de Internet un documento complementario del Plan Bush, que “descubren” como borrador algunos medios de Miami y empiezan a difundir rápidamente. El 10 de julio, Bush se hace cargo oficialmente del engendro y de su curioso anexo secreto.



El “anexo secreto” provocó la reacción inmediata de más de doce mil personalidades mundiales de la cultura, la política y los derechos humanos, incluyendo varios Premios Nobel.



El manifiesto de los Doce Mil (que sigue juntando firmas) advierte sobre esta “amenaza contra la integridad de una nación, la paz y la seguridad en América latina y el mundo” y exige que Estados Unidos respete la soberanía de Cuba. Mientras tanto, en Washington, el secretario adjunto para Asuntos Hemisféricos, Thomas Shannon, descartaba en tono sarcástico la vía militar, pero insistía en la “transición” y el procónsul Caleb McCarry, que tiene pleno apoyo de Bush, emplazaba a los cubanos a “elecciones libres y justas” en “no más de 18 meses”. Lo cual demuestra que no han sabido leer lo ocurrido en la sociedad cubana en estos dramáticos días de agosto. No leyeron la respetuosa ansiedad por la salud del líder, ni esa forma superior del coraje que es la serenidad, ni la articulación de la comunidad en una disciplina autoasumida. Tampoco parecen haberse percatado de que hay instituciones y el pueblo las respeta.



* Diputado por el Partido de la Revolución Democrática.



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El civilizador de San Juan



Por José Pablo Feinmann

Domingo, 20 de Agosto de 2006



Hay un valle en San Juan y le han dado el nombre de Zonda, que es el viento seco, caliente y hasta violento que sopla por ahí. A mediados de 1839, un joven que vive en esa provincia ha creado un diario y le ha puesto ese nombre, El Zonda. Su objeto es amargarle la vida, por decirlo de este modo, al calmo gobernador de la provincia, un federal que obedece al gobierno de Buenos Aires, en manos de don Juan Manuel de Rosas, un hombre no calmo, violento pero frío, de quien dirá el joven que dirige El Zonda que hace “el mal sin pasión”; lo dirá después, en Chile, donde emigrará perseguido por los hombres del gobernador calmo, que no le deseaba ese destino pero tuvo que inflingírselo por la obstinación del periodista joven, un pendenciero irredento. Antes, antes de la emigración del periodista, el gobernador lo ha llamado a su despacho y le ha ofrecido sus buenos consejos y hasta su tolerancia. Algo que le ha costado y que, en su interior, piensa que es debilidad, pues el joven pendenciero ya le ha dicho “tiranuelo” más de un par de veces. “Sé que usted conspira, don Domingo.” “Es falso, señor. No conspiro. Uso de mi derecho de dirigirme a los representantes del pueblo para estorbar las calamidades que Su Excia. prepara para el país.” “Don Domingo, usted me forzará a tomar medidas.” “Y qué importa.” “Severas.” “¿Y qué importa?” “¿Usted no comprende lo que quiero decirle?” “Sí, comprendo. Fusilarme. ¿Y qué importa?”



“Benavides se quedó mirándome de hito en hito (escribe Sarmiento); y juro que no debió ver en mi semblante signo alguno de fanfarronada; estaba yo poseído en aquel momento del espíritu de Dios; era el representante de los derechos de todos, próximos a ser pisoteados. Vi en el semblante de Benavides señales de aprecio, de compasión, de respeto y quise corresponder a este movimiento de su alma.”



“–Señor –le dije–, no se manche. Cuando no pueda tolerarme más, destiérreme a Chile; mientras tanto cuente Su Excia. que he de trabajar por contenerlo, si puedo, en el extravío donde se lo lleva la ambición, el desenfreno de las pasiones.”



“Y con esto me despedí” (D. F. Sarmiento, Recuerdos de Provincia, en Civilización y barbarie, Editorial El Ateneo, Buenos Aires, 1952, p. 770).



Nazario Benavides (conservo la grafía de Sarmiento) destierra al joven periodista, que, en su huida, dado que el destierro ha sido urgente a causa de la persecución de los temibles secuaces del gobernador, se da tiempo para detenerse en los baños de Zonda y escribir (según narra) “bajo un escudo de armas de la república: “On ne tue point les idées” (Ibid., p. 779). Huye porque, dice, “quería morir como había vivido, como he jurado vivir, sin que mi voluntad consienta jamás en la violencia” (Ibid., p. 775). Pero el joven periodista habrá de madurar y crecer y habrá de ser un hombre poderoso en la república y habrá, un 20 de noviembre de 1861, de escribirle una carta a otro hombre poderoso de la república, el general Mitre, en la que dirá: “No ahorre usted sangre de gauchos: es lo único que tienen de seres humanos”. De Benavides, en Chile, seguirá detestando su calma, su inercia, su “abandono de todo lo que constituye la vida pública. Coman, duerman, callen, rían si pueden y aguarden tranquilos, que en veinte años más sus hijos andarán en cuatro pies” (Ibid., p. 771).



Qué notable escritor fue ese joven periodista. Qué personalidad titánica. Si el romanticismo tiene aprecio por los titanes de la historia, esos a los que Hegel (en sus Lecciones sobre la filosofía de la historia universal) llama “individuos histórico-universales, como Alejandro, Césaro Napoleón”, Sarmiento es un romántico de pies a cabeza y lo será también por los personajes que habrá de elegir para sus libros trepidantes. Ya se sabe: no escribió sobre Rivadavia ni sobre Paz ni siquiera sobre San Martín. Su primera obra, en Chile, es sobre Fray Félix Aldao, más conocido en nuestra literatura porque su montonera es la que clava en Laprida el íntimo cuchillo con que Borges remata su Poema conjetural, al decir que ahí, al morir a manos de un gaucho levantisco, Laprida encuentra “su destino sudamericano”. Su segunda obra es sobre Jaun Facundo Quiroga, a quien llaman el Tigre de los Llanos, que lo hará inmortal, que le hará decir, exaltando la identificación entre el biógrafo y el biografiado, “nuestras sangres son afines”. Este titán sabía, como sus biografiados, derramar sangre. No sólo habría de fundar escuelas, sino que habría de cortar cabezas. En Mi defensa habrá de decir: “Ya he mostrado al público mi faz literaria; vea ahora mi fisonomía política; ¡verá al militar, al asesino!” (Mi defensa en Civilización y barbarie, ed. cit., p. 552).



Ahora volvamos a los baños de Zonda. Sarmiento (tiene aquí veintiocho años) acaba de escribir On ne tue point les idées. Esta frase, al publicar en Chile, en 1845, su Facundo, habrá de figurar como acápite del libro y él habrá de traducirla así: “A los hombres se degüella; a las ideas, no”. Otros la traducirán: “Bárbaros, las ideas no se matan”. ¿Para qué escribió Sarmiento esa frase? Para que no la entendieran los federales de Benavides. “El Gobierno, a quien se comunicó el hecho, mandó una comisión encargada de descifrar el jeroglífico” (Facundo, Estrada, Buenos Aires, 1962, p. 2). Desde Chile, y en 1845, Sarmiento vuelve sobre ese episodio de 1839 y con él inicia su obra maestra. Le importa la frase porque dice lo que el quiere decir: que huye perseguido por sus ideas, que quieren matarlo por ellas, y que ellas, las ideas, no se matan. Pero no le importa ser entendido. Más le importa escribir otra palabra. La palabra: Jeroglífico. El idioma francés, el idioma de la civilización, el idioma de los cultos, es eso para los bárbaros: un jeroglífico. Se produce, no obstante, un hecho notable. El culto que ha injuriado a los gauchos de Benavides será injuriado por otro culto, más culto y, para colmo, un culto que viene del mismísimo país de la cultura, Francia. Sarmiento, en el Facundo, le atribuye la frase a Fortoul y, años después, Paul Groussac, en una obra de 1924 (Crítica Literaria, Editorial La Cultura Popular, Buenos Aires, 1924, p. 255), dirá que pertenece a Volney, un europeo que escribía sobre ciudades en ruinas, o, sin duda, sobre las ruinas de una, de Palmira.



El civilizado que huye de San Juan es corregido por el civilizado que ha llegado de Francia y habrá de dirigir la Biblioteca Nacional. Con lo cual el civilizado que huye de San Juan se torna un bárbaro en manos del civilizado que llega de Francia. Un destino coherente para quien habrá de ser llamado “montonero intelectual”, para quien escribirá sin rigor aunque con genio, con rapidez intrépida, pues publica, en Chile, su Vida de Aldao en febrero de 1845, y el 22 de ese mes comunica ya a un amigo que desea recolectar datos para la vida de Quiroga, texto que será “un cuadro brillante” y enviará a la Revue des deux mondes (soñaba con la gloria europea antes de escribir una línea), y el 8 de mayo llega a Chile un representante de Rosas para pedir su extradición, y esto enfurece al civilizado de San Juan y le hace pedir permiso a El Progreso para publicar el Facundo, que ya empezó a escribir, y la gente de El Progreso acepta y el texto sale, como folleto, durante tres meses, y aparece como libro el 28 de julio de 1845, y Rosas, al leerlo dice: “Es de lo mejor que se ha escrito contra mí; así es como se me ataca, señor; ya verá usted como nadie me defiende tan bien”, y el crítico francés Charles de Mazade dice, en la Revue des deux mondes, que nuestro hombre, el civilizado de San Juan, es “el único romántico argentino que ha sido capaz de hacerse una reputación en Europa”, y los unitarios de Montevideo dicen: “Ahora sabemos por qué luchamos”, y Rosas cae en 1852 y Sarmiento ha triunfado como escritor y como político, luego lo hará como general, como asesino, según dirá él, desafiante. ¿Fortoul, Volney, a quién le importa? Que se guarde sus pretensiones eruditas el civilizado que ha llegado de Francia. Poderoso, violento, genial, un titán Sarmiento. También es, acaso, el primero es sistematizar la contradicción (que no tiene superación dialéctica, que sólo la muerte puede resolver) civilización y barbarie, que utilizará Huntington para meter a su país en la guerra en que hoy está, porque “la contradicción es civilización y barbarie”. Estos civilizados de hoy podrán matar (como él mató), podrán arrojar misiles y recibirlos en una lucha insensata, pero no tendrán jamás su complejidad titánica, su urdimbre deslumbrante y única.



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